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Shoshin: la mente del principiante

Repensando actitudes sobre la eficiencia

Shoshin: la mente del principiante

La creciente complejidad del entorno y de la tecnología ha provocado una profunda transformación económica y social, que al mismo tiempo, ofrece incontables oportunidades para desarrollar nuevas fórmulas de organización del trabajo. Decíamos en “La economía del conocimiento y la sociedad del aprendizaje” que “las empresas necesitan ser empresas inteligentes, identificar inmediatamente los problemas y movilizar todo el talento para dar soluciones”. Dar soluciones a problemas nuevos, a problemas que hasta ahora no existían, es el objetivo; y la movilización del talento es la forma de conseguirlo.

Shoshin

Shoshin es un concepto zen que está relacionado con la actitud requerida para seguir una enseñanza y hace referencia a la idea de olvidar las preconcepciones que tenemos y mantener una actitud de abertura al estudiar cualquier materia. James Clear lo explica en su blog en el post titulado This Zen Concept will help you stop being a slave to old beliefs, un artículo muy ilustrativo para tomar conciencia de muchos de los retos en gestión empresarial que deben afrontarse en la economía del siglo XXI. El propósito es mantener intacto el entusiasmo del comienzo, con las ganas de descubrir cosas nuevas, cuanto está todo por saber. Cuenta Clear que al desarrollar el conocimiento y la experiencia, la mente empieza a ser más cerrada, ya que tendemos a pensar que ya sabemos cómo hacer algo, y ya no prestamos atención, y somos progresivamente menos abiertos a nueva información.

Este es el peligro que representa la excesiva especialización en un campo determinado, tal como explica la siguiente narración, habitual entre profesionales de management. “Se les pregunta a tres picapedreros como van las cosas. El primero contesta: “Me estoy ganando la vida”. El segundo sigue golpeando la piedra mientras expresa “Estoy haciendo el mejor trabajo de picar piedra de todo el país”. El tercero, levanta la vista y dice: Estoy construyendo una catedral”. El tercero es el que realmente tiene una visión sobre lo que está contribuyendo a construir. Pero, ¿qué pasa con el segundo? Está buscando la eficiencia de su trabajo. ¿Puede ser un problema? ¿No es eficiencia lo que buscamos en las organizaciones? ¿Desarrollar el talento está relacionado con mejorar la eficiencia?

El peligro de la especialización

Hacer un énfasis excesivo en hacer aquello que ya sabemos hacer, cuando no está contribuyendo a la visión del conjunto, puede convertirse en un serio problema. Recordemos que las empresas inteligentes necesitan identificar problemas para aportar soluciones. El profesional especialista en su campo estar trabajando con extraordinaria eficiencia, cuando en realidad está “puliendo piedras” que no nos acercan a ninguna solución. Las organizaciones suelen estar formadas por demasiadas personas que realizan sus tareas, desconectadas de cuáles son los problemas importantes que deben ser resueltos para mejorar la generación de valor, desconectadas del proceso de desarrollar el talento organizativo.

Cuando usar expertos y cuando no

Con este título, la economista británica Noreena Hertz explica en una conferencia Ted las consecuencias de ser “adictos a los expertos”. Las empresas tan solo avanzan cuando se toman decisiones valientes. A menudo, se utilizan consultores y expertos para ello. Hertz nos cuenta un experimento realizado con adultos en el que se escaneó sus cerebros mientras escuchaban hablar a expertos. Los resultados fueron extraordinarios: así como escuchaban a los expertos hablar, las partes de su cerebro con las que tomamos decisiones, literalmente ¡se desconectaban! Hertz nos cuenta que los expertos también se equivocan, así que expone las razones por las que debemos dejar de confiar ciegamente que podemos eludir la incerteza. Por el contrario, para lograr avances con nuevos paradigmas, tenemos que crear un entorno en el que se puedan discutir las ideas de los expertos, en el que se aporten miradas nuevas, diversas, discordantes, sabiendo que el progreso se produce no solo creando ideas nuevas, sino también destruyéndolas, y sabiendo que rodeándonos de puntos de vista divergentes, toda la investigación nos muestra que nos hace más inteligentes.

Volviendo al Shoshin, según el zen master Shunryo Suzuki: “En la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la del experto hay pocas” Así que el problema es que cuando eres un experto no pones más atención, ¡sino menos!

La nueva economía del conocimiento exige cada vez más trabajar de forma colaborativa y en red, por proyectos, colaborando con profesionales de especialidades distintas,  generando valor. Para crear organizaciones abiertas al aprendizaje se requieren cada vez más competencias transversales que proporcionen experiencias capaces de hacer conectar perspectivas diferentes. En la economía global del siglo XXI no hay recetas “comodín” que puedan aplicarse indistintamente a distintos contextos. Poner en práctica la actitud Shoshin puede convertirse en un factor clave que nos recuerde que debemos poner más atención para seguir aprendiendo a medida que vamos adquiriendo más conocimientos y experiencia. Por otro lado, debemos ser capaces de equilibrar la necesidad de consultar a expertos en campos que no conocemos, sin desconectar la responsabilidad sobre la toma de decisiones, sino para trabajar conjuntamente en la búsqueda de objetivos compartidos hacia la construcción de un futuro complejo y carente de certezas.

Chus Blasco
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